EDUCANDO EN LA TOLERANCIA
Hoy, sin ir más lejos, estaba yo en una tienda esperando en la cola de la caja para abonar mi compra. En la caja, un hombre joven con una niña de unos 10-13 años en una silla de ruedas y con algún problema de psicomotricidad. Detrás de ellos, e inmediatamente delante de mí, había tres, jóvenes también, gitanillas; pero no tan jóvenes como para no saber qué se hacían, ya que la más joven no bajaba de los 13 y la mayor ya estaba, como dirían ellas, casadera.
El padre, si es que lo era, estaba a lo suyo y, muy digno, se ocupó de pagar y guardar su compra. Mientras tanto, una de las jóvenes que yo tenía delante, se dedicaba a inclinarse sobre la niña en silla de ruedas, mirarla y reírse. Las otras dos acompañantes, riéndose, le decían "niña, eso no se hace", pero ahí es todo.
La cara de póker y te rabia que debí poner, junto a la mirada de incomprensión -por la actitud del trío, evidentemente- de la cajera, fue significativa.
La falta de respeto que algunos colectivos muestran hacia aquellos que no son de su ¿raza? me parece pasmosa. A veces, ante actitudes como esta me pregunto ¿qué hemos hecho mal? ¿no hemos procurado educar en la tolerancia? ¿no hablamos de colectivos desfavorecidos que hay que mimar?
Quizás ahí está la cuestión, hemos mimado a colectivos desfavorecidos, les hemos regalado lo que a otros no les sobraba porque pensábamos que estábamos haciendo algo positivo. Papá estado les ha dado, no sé si lo que era suyo, pero sí lo que ha negado a otros. Y ellos han respondido con la gratitud del que nada le ha costado lo que ha recibido.
Quizás debíamos haber aplicado otra política bien distinta, basada en la independencia; quizás debíamos haber aplicado el proverbio chino "Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enseñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida". Quizás, sólo quizás, si no hubiéramos sido tan complacientes pero sí más didácticos y más exigentes, hoy yo no hubiera visto a una niña de 13 años reírse de otra niña de 13 años mucho, muchísimo más, desamparada que ella y, quizás también, las personas adultas que allí estábamos, hubiéramos tenido la valentía de decir algo que, así, por ser quienes eran, nos callamos.
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